Introducción
Con el avance de la intensificación y el aumento de la carga animal la producción primaria de leche, se vio envuelta en un gradual pero constante cambio de los factores relacionados a la alimentación, el ambiente y al manejo de los rodeos lecheros, exponiendo a las vacas a permanecer en áreas cada vez más contaminadas, elevando el riesgo de contraer una infección mamaria (Neave et. al., 1966).
Si bien estos cambios, han logrado aumentar la producción individual, paradójicamente han aumentado la susceptibilidad a las mastitis como consecuencia de un deterioro inmunológico local a raíz de esa alta producción (D. J. Wilson et. al., 2004).
Varios estudios han demostrado la asociación entre el nivel de higiene del hábitat y el nivel de limpieza de las vacas, con el recuento de células somáticas en tanque (Bodoh et. al.,1976; Barkema et. al., 1998) así como el grado de suciedad de patas y ubres con la tasa de mastitis subclínica (D. A. Schreiner and P. L. Ruegg, 2003). Por consiguiente en la actualidad, existe un consenso generalizado que remarca la importancia de mantener a las vacas en ambientes limpios y secos durante todo el proceso productivo, incluso en el período del secado, sin centrarse exclusivamente en prácticas inherentes a la rutina de ordeño o a las maniobras de manejo que rodean a ésta.
Impacto del ambiente en la calidad de leche y medidas de control
Entendiendo que la probabilidad de que ocurra una infección está determinada por el nivel de exposición a las bacterias y por la capacidad inmunitaria del huésped en repelerlas, entenderemos que las malas condiciones de higiene y confort, actúan sinérgicamente en el deterioro de los parámetros de calidad de leche, a raíz de un efecto adverso sobre la inmunidad, ante condiciones estresante repetidas y por el alto desafío a los patógenos de mastitis presentes en condiciones de humedad y suciedad.
Un adecuado plan de higiene para controlar las mastitis, tiene dos objetivos:
1) prevenir las infecciones intramamarias durante el ordeño y 2) prevenir las infecciones entre un ordeño y el siguiente (Neave et. al., 1969). En definitiva, todo plan de control que intente ser exitoso, deberá tener una planificación y protocolización de labores que permita una estabilidad aceptable de los niveles de bienestar animal, manteniendo en todo momento, un ambiente limpio, seco y confortable, independientemente del sistema productivo en que se esté llevando a adelante la actividad.
El Inta Rafaela a través de Miguel Taverna, Jorge Ghiano y Emilio Walter, ha trabajado en brindar una serie de recomendaciones tendientes a mejorar el diseño de corrales de alimentación, callejones, accesos y salidas de la sala de ordeño en busca de una mayor perdurabilidad y un menor impacto sobre las vacas.
Algunas de estas recomendaciones son:
‒ Realizar un abovedado de los callejones con una pendiente lateral o doble endiente de 5-8%.
‒ Si el callejón tiene 8-10 m de ancho, dividirlo y hacer pendientes desde el centro hacia las cunetas laterales.
‒ En caso de callejones muy angostos, hacer callejón alternativo de 4-5 m de ancho.
‒ Pasar un rabasto día por medio y después de cada lluvia, cuando ya haya secado.
‒ Evitar la acumulación de agua y disponer de 2 o 3 alternativas de circulación.
‒ No superponer circuitos de animales con los de herramientas como el tractor, el mixer o el camión. En estos casos se puede utilizar distintos materiales de compactación.
‒ Abrir más de un acceso al corral de espera, aunque esto signifique tener que hacer reformas en dicho corral.
‒ Abovedar ingresos y salidas para permitir un rápido escurrimiento del agua
‒ No rellenar con elementos abrasivos que lastimen la pezuña. Usar tierra colorada sola o mezclada con cal. No usar tierra negra, ni con restos orgánicos (bosta, paja).
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