Con el aumento de las temperaturas globales debido al cambio climático, el estrés por calor en el ganado es una preocupación creciente.
Ranier van Heerden, gerente de negocios de soluciones para rumiantes en África subsahariana de Evonik, compartió con Octavia Avesca Spandiel información sobre los primeros signos de estrés por calor en el ganado, sus efectos fisiológicos y estrategias prácticas de manejo, ofreciendo valiosos consejos para ayudar a los agricultores a mitigar este problema.
El estrés por calor en el ganado representa un desafío significativo para los agricultores, especialmente en regiones con temperaturas persistentemente altas. A medida que el cambio climático agrava estas condiciones, es cada vez más crucial que los agricultores reconozcan, gestionen y mitiguen los efectos del estrés por calor para proteger a su ganado y mantener la productividad.
Primeros signos de estrés por calor
Ranier van Heerden, gerente de negocios de soluciones para rumiantes en África subsahariana en la empresa química global Evonik, señala que la detección temprana del estrés por calor en el ganado es fundamental para mitigar sus efectos negativos.
Los cambios en el comportamiento suelen ser los primeros indicadores de este problema. “Los animales buscarán activamente la sombra, jadearán en exceso y salivarán más de lo habitual. En las vacas lecheras, una reducción en la ingesta de materia seca (DMI, por sus siglas en inglés) y, en consecuencia, en la producción de leche, podría ser una señal clara”, explica.
Sin embargo, algunos de los signos más sutiles del estrés por calor pueden ser difíciles de detectar. “Condiciones como la acidosis ruminal subaguda en vacas lecheras, inflamaciones, sensibilidad a la insulina y otros trastornos metabólicos suelen pasar desapercibidos, pero pueden afectar gravemente el rendimiento y la reproducción. Además, se observan tasas bajas de concepción y un aumento en los casos de abortos”, añade.
Los factores ambientales también desempeñan un papel clave en la forma en que el estrés por calor se manifiesta en diferentes regiones. Van Heerden señala que las zonas costeras, con mayores niveles de humedad, presentan desafíos distintos en comparación con las zonas del interior.
“Los niveles de humedad afectan significativamente la capacidad de los animales para sobrellevar el estrés por calor, ya que una humedad alta reduce la capacidad del cuerpo para disipar el calor de manera eficiente a través de la evaporación”, explica.
Impacto en la productividad y la reproducción
Los efectos fisiológicos del estrés por calor son amplios y afectan directamente la productividad y la reproducción.
“Cuando los animales experimentan estrés por calor, sus cuerpos suelen priorizar la supervivencia sobre la reproducción.
Esto provoca una disminución en las tasas de concepción, ovulación tardía y, en algunos casos, problemas de infertilidad debido a cambios en el estado fisiológico de ciertos parámetros y en la dinámica del rumen”, explica Van Heerden.
El estrés por calor también afecta negativamente la ingesta de alimento.
“Los animales tienden a reducir su consumo de materia seca (DMI) en temperaturas altas, lo que puede llevar a un mayor uso de grasa como fuente de energía.
Esto provoca un aumento en los niveles de cetonas en la sangre, lo que a su vez afecta la calidad del óvulo, la implantación del embrión, retrasa el estro y, en última instancia, reduce las tasas de concepción”, señala.
Más allá de estos efectos inmediatos, los cambios subclínicos también tienen implicaciones graves. El estrés por calor y sus efectos internos “El estrés por calor provoca cambios internos, como una reducción del pH sanguíneo, deficiencias de nutrientes y desequilibrios electrolíticos, lo que afecta la salud y productividad general de los animales”, añade Van Heerden.
Explica más a fondo las respuestas fisiológicas del ganado al estrés por calor: “A medida que el cuerpo del animal trabaja para disipar el calor, el flujo sanguíneo se dirige hacia la piel, reduciendo la circulación a órganos vitales como la ubre, lo que a su vez afecta la producción de leche”.
Agrega que el bicarbonato de sodio se pierde a través de la salivación excesiva, lo que disminuye la capacidad del rumen para actuar como un amortiguador del ambiente ácido, aumentando el riesgo de acidosis ruminal subaguda, un trastorno digestivo que afecta al ganado lechero.
“Estas alteraciones fisiológicas tienen efectos en cascada, desde la reducción en la absorción de calcio hasta el debilitamiento del sistema inmunológico, lo que hace que los animales sean más susceptibles a infecciones y enfermedades”, explica Van Heerden.
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